Que florezca la luz! Que brote del ser
Sagitario es en la astrología el mes de la expansión, la abundancia, la confianza en la vida y la conexión con la fuerza espiritual a través de la alegría y el optimismo.
El arquetipo de sagitario es el centauro, mitad humano, mitad animal, que en su mano sostiene el Arco y la flecha, apuntando a horizontes lejanos, galopando en libertad y siendo llevado por las estrellas, hacia una búsqueda de algo que está más allá de las estrellas.
La energía de sagitario obedece al fuego, a la alquimia y el misticismo, a la celebración y la pasión. Es un fuego que revela, que trae a la conciencia la claridad de un propósito y la fe de estar bajo un plan mayor que está en la mente divina.
La magia, la contemplación, el asombro se encienden en nuestra alma con la entrada del sol a la constelación sagitario y justamente, bajo esta influencia celebramos el día de la Luz, el día de velitas.
Cuando era niño esperaba este día con ansiedad. Para mi, simbolizaba la llegada del espíritu de la navidad y con él, la celebración, las luces, los regalos, la comida y el compartir en familia.
Cada año, con mi abuela Gabriela, encendíamos velas de colores que dejábamos en la ventana, colgábamos faroles de los árboles del jardín de aquel conjunto residencial en el que viví mi infancia, y mientras yo corría trazando círculos con bengalas (la pólvora no estaba regulada antes), ella sonreía y me miraba con amor profundo.
Otros niños participaban de nuestra velada, jugábamos a lanzar las bengalas al cielo e imaginar que eran estrellas fugaces o meteoritos surcando el cielo de la noche.
En todo el año, no trasnochaba tanto y esperaba un poco obstinado a que cada farol se apagara para irme a dormir. Mi abuela me esperaba, pacientemente.
De todo ello, recuerdo lo más bello: por cada vela encendida mi abuela me decía: “pide un deseo por la humanidad, por todos, para todos, no solo para ti, sino para el mundo”.
Y así lo hacíamos. Amor, paz, alegría, reconciliación, perdón, hermandad…quedaban impresas las palabras en la luz de varias velitas que elevaban al cielo esta plegaria.
Ella, mujer sabia, me enseñó este ritual. Hoy, la extraño porque en este espacio mágico y ritual no está, pero he seguido la tradición y la comparto con quienes amo, imaginado también que la luz de sus ojos se enciende al verme feliz.
En varias tradiciones del mundo es común el uso del fuego para iluminar la conciencia universal. Budistas, tibetanos, chamanes americanos, celtas… han usado el fuego sagrado para elevar sus oraciones.
Gabriela fue quien me enseñó este poderoso acto y hoy lo honro.
Sagitario es el espacio de energía en el que transcurre esta bella celebración, también consagrada a la virgen, a la pureza del femenino protector, dador de vida.
Hoy te invito a sentir esta fuerza, esta magia y a recordar que nos unimos en la alegría. Comparte la luz, comparte tu propia luz, irradia y déjate contagiar de otros.
Cada luz que enciendas que sea una siembra de propósitos para todos los que habitamos este planeta. Medita frente al fuego, y vive esta noche de la mano de tu niño interior, esa parte de ti que es inocente, que se asombra y cree en la magia y belleza de la vida.