“Tenemos muy poco tiempo para despertarnos y transformarnos, para poder preservar el planeta y sanar las divisiones entre poderosos e impotentes.” Andrew Harvey.
Los anhelos de libertad y de igualdad que sentimos en nuestro interior, no sólo obedecen a una parte de nuestra personalidad que busca afirmarse y generar una individualidad como persona, son ecos de años de lucha y gritos de justicia que marcan nuestra herencia común como humanidad, como americanos y como colombianos.
El 21 de marzo de cada año se conmemora el Día Contra la Eliminación de Todas las formas de Discriminación Racial; desde CasaOcho Centro de Estudios hoy hacemos una reflexión en torno a lo que significa asumir un camino espiritual con miras a transformar no sólo nuestro círculo más cercano de relaciones, sino el mundo mismo como lugar en el que somos y que construimos, con el fin de establecer un mundo más libre en el cual la libertad ha pasado por aceptar y perdonar nuestras propias heridas.
¿Cómo un camino espiritual puede ser un camino para cambiar el mundo?
Un día como hoy recordamos a personajes célebres de la historia como Martín Luther King, Angela Davis y Benkos Biojó, que además de entregar sus vidas en la lucha por una sociedad más justa para las personas negras, hicieron de su misma vida un camino de resiliencia y paternaron la voz de un pueblo que heredaba siglos de saqueo, desarraigo de la Madre África, explotación y esclavitud.
Buena parte de la humanidad comparte la memoria y el dolor de haber sido colonia, herida que ha marcado nuestro paso como especie por este planeta y forjado nuestra identidad mestiza, que se evidencia en nuestro color de piel, rasgos, características físicas y vínculos con el mundo.
“Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la convicción de que el sufrimiento que no es merecido, es emancipador.” Decía Martín Luther King, cuando se dirigía a millones de estadounidenses en 1963 y les instaba a una dignificación de su historia, de su legado y de su forma de adquirir la libertad de manera pacífica, a veces incluso silenciosa, con actos simbólicos y comunitarios. Así de maneras no violentas, se teje en cada fragmento de nuestra historia como raza humana el camino hacia una nueva forma de evolución, hacia una revolución.
Hoy es un día para honrar nuestro vínculo con la Madre África, el lugar donde proviene toda nuestra historia y donde comenzó nuestra aventura en este mundo. Es un día para recordar que nuestro mestizaje también ha pasado por los viajes transatlánticos de millones de esclavos y esclavas africanas que eran obligados a dejar su tierra. Es un día para agradecer la lucha por la eliminación de las formas de discriminación racial hacia una sociedad donde sea posible que podamos vernos a los ojos con perdón y sanar nuestra herida colonial primaria: la del desarraigo. Es un día para honrar a los cimarrones que escaparon de la esclavitud y se hicieron a la selva para dignificar su existencia y para crear su pequeña patria en medio de la hostilidad, para honrar las vidas que se perdieron por la borda de los barcos negándose a ser arrancados de casa. Es un día para honrar a las parteras de la Costa Pacífica que han cultivado y conservado la sabiduría ancestral de los cuidados a las mujeres gestantes a tal punto de convertirse en una resistencia colectiva con base en la sororidad. Es un día para honrar y recordar que somos hijos del encuentro violento, y perdonar y aceptar la historia que tejió nuestros pasos.
“Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: «¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!»” Tengo un sueño, Discurso de Martin Luther King 28 de agosto de 1963.
De la misma manera que el grito de libertad de tantas generaciones anteriores a la nuestra ha transformado las relaciones de poder en el mundo que habitamos, es momento de preguntarnos ¿Cuáles son las partes de nuestro corazón que no son libres? ¿Cuáles son las heridas coloniales que aún cargamos y nos impiden trascender como personas? Una invitación a seguir el ejemplo de resistencia colectiva de todo un pueblo y acercarlo a nuestra historia personal como habitantes de esta sociedad.
Para que la tan anhelada libertad se materialice en el exterior es necesario que nos preguntemos ahora ¿Cómo puedo ser más libre, incluso de mis propias ataduras, incluso de mis propias heridas? ¿Cómo puedo transformar la relación que tengo con los lugares en mí?
Escrito realizado por nuestro estudiante Juan De La Mar