Cuando yo era chiquita la navidad empezaba en diciembre. Ahora estamos en noviembre y me parece curioso haber visto adornos y propagandas navideñas desde el día de brujas y no me siento del todo cómoda con eso. Y no es que yo sea grinch o algo parecido: disfruto el brote de colores y luces y amo la pólvora, tengo maravillosos recuerdos a lado de árboles y miles de regalos en familia. Me alegra compartir y disfruto de la buena comida.
Así que mi tema no es con la navidad sino con esta “ampliación» de la época navideña que sugiere un relación particular con los tiempos y ciclos; es un deseo de estar allá cuando estamos acá, es una negación del momento actual.
Es relegar la felicidad a un día en el año, y al estar persiguiendo ese sueño olvidamos honrar la vida que sucede aquí y ahora. Al limitar nuestra felicidad a ciertos momentos del año limitamos nuestras posibilidades y reducimos nuestra atención.
Creer que ahí -justo cuando eso suceda-, voy a ser feliz, finalmente impide que nos apropiemos del proceso, de la experiencia total de la vida y que gocemos de ella.
Creer que vamos a ser felices en Navidad porque vamos a tener cosas y a tener regalos reduce nuestra idea de felicidad a cosas, a bienestar físico; sin embargo, los seres humanos somos mucho más complejos y diversos, y podemos y queremos ser felices también en términos de bienestar emocional y mental y espiritual.
Reducir la felicidad a unas fechas se enlaza con estrategias comerciales que equiparan la felicidad con cosas, hace parte de creer que el propósito de la vida es producir dinero para poder comprar más cosas y ser más felices, por ejemplo.
Y la felicidad es más amplia y sucede en el momento que es, no en el que vendrá. Y la felicidad tiene que ver también con la libertad de gozar el proceso, de trabajar gozando ver crecer y fructificar. Hay también felicidad y la realización en la labor, el oficio. Hay felicidad en el descanso y en el arte, en el ocio y el silencio. Las cosas son sólo una pequeña parte.
No podemos ser felices en el día a día si tenemos malos trabajos, malas relaciones y la sensación de que el mundo es un lugar hostil; si hacemos lo que no nos gusta y nos sentimos solos e incapaces de expresarnos. Y por ello vivimos en el futuro, porque el presente nos resulta insoportable.
Si es así, es necesario replantear ampliar nuestra idea de felicidad y enfocar nuestra atención en el presente que es dónde podemos actuar para generar bienestar en todas nuestras dimensiones.
Así que te invito a celebrar la navidad, a darle su tiempo, a disfrutarla sanamente -sin apegos-, abrazando el cambio, abriéndote a lo nuevo que viene luego de que la época navideña termina, así como aceptando el presente en el que no está y la vida que transcurre allí. Cuando celebramos el día a día, no se trata de escapar, sino de aceptar y hacernos responsables de lo que debemos aprender, de nosotros mismos y de la vida. Te deseo una feliz navidad, sin escapismo, sin apego, sin miedo a que termina, asumiendo el reto de estar en tu presente y crearlo como desees.